miércoles, 19 de octubre de 2011

Vendetta Narco: para comerte mejor

El taxista llegó puntual a Empalme. Servicio nocturno de una empresa de radio. Desde la casa humilde en la barriada de Rosario suben dos hombres empuñando armas cortas. “Tranquilo pibe que no es con vos. Vamos a buscar un par de piernas”, le dicen al chofer. Un par de piernas, alias "refuerzos", alias "más hombres armados".
Y así fue. Subieron dos más, también enfierrados, al taxi que conducía un muchacho, ya con pánico de morir. “Para que mierda le pagamos al jefe de la seccional si ahora nos dice que no tienen móviles, el boliche hay cuidarlo. O ellos o nosotros”, se preguntan y responden. “Volvemos al barrio, pibe, y no te asustes che, no somos tan feos”.
Llegan a la casita –kioquito de venta de droga - y le tiran el billete de cien para pagar los 30 pesos del viaje. “Quedate con el vuelto”, le dicen. El pibe chofer de radiotaxis nunca más manejó un tacho, según confesó después. Ese habia sido su último viaje.
“En Rosario nadie vende drogas sin permiso de la policía”, dijo ante los oídos del tribunal federal en abril pasado Jorge Halford, un conocido narcotraficante rosarino. Con cáncer y con poco que perder, el acusado de traficar drogas vinculó su actividad a la regulación policial. “El único cartel de drogas que conocí en mi vida es el que maneja la policía”, le había dicho a ese Tribunal silencioso y poco sorprendido.
Dos años antes en junio de 2009 el camarista Otto Cripa García reconoció en una conferencia pública en Las Rosas que “las cajas negras de la policía recaudan cinco millones anuales”. Los encubrimientos policiales, según el Camarista, estaban vinculados a piratería de asfalto, desarmaderos, juego clandestino, prostitución y por supuesto venta de drogas.
El periodista Mauro Federico fue contundente en su libro Pais Narco. La gavilla delictiva llamada Los Monos “manejan en Rosario los quioscos de droga desde Las Flores hasta avenida Pellegrini”, escribió.
Elías Gabriel Bravo tenía 17 años y 30 balas en su cuerpo según constató el forense policial. Lo enterraron esta semana con parte del plomo aun dentro suyo. En la calle, en el barrio, la policía cuenta por lo bajo sus antecedentes policiales. Las muertes impunes que su índice derecho habría gatillado. “Mató como a tres tipos. Le robaba a los narcos, por eso se la dieron”, justifica con cassette de patrulla la vecina ligera.
Las voces multiplican teorías. En cada rincón de la ciudad los soldaditos acribillados trabajan para Generales poderosos. No tan chiquilines de 17 años venden drogas a 500 mangos diarios de ganancia. “Solo le dan la droga y el arma”, dicen en Empalme.
Sobre el ataúd de Elias Bravo sus amigos ofrendaron bolsas con cocaína, armas, fotos, celulares costosos. Tributos para que el amigo las disfrute en la tumba. Vendetta narco para comerte mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario