lunes, 16 de noviembre de 2015

Botines en casa

Soy un burro. Con suerte, pero burro. No tengo destrezas para el fútbol más que la ilusión de aprenderlo a jugar. Aunque confieso que también he soñado con que mágicamente mi cuerpo se asocie con  el talento.Que la palabra gambeta no me quede tan lejana. Pero nada de eso ha pasado por el momento. El tronco se cambia y sábado tras sábado se somete a un placentero ritual torpe. Ir a disfrutar algo que no maneja bien. Holanda, un equipo de 16 cuarentones, me tiene como uno más. Arranque a los 36 años, hoy con 47 insisto. Más gordo, más lento, más enojado con esa panza y ese caminar inútil dentro de la cancha. Pero todo esto tiene una explicación, señor juez.

Quise que en casa, en aquel otoño del 2005, hubiera un par de botines. Que los chicos (muy chicos) vieran de pequeños que existía un calzado que permitía hacer deporte con mayor comodidad. Fútbol, rugby, hockey, lo que sea. Que vieran a su padre hacer el bolsito los sábados y volver transpirado después de largas horas. Que pregunten “Como saliste” para responder “Perdimos 3 a 1”. Perdimos, ganamos, empatamos. Primera persona plural. Conjugación verbal como reserva de identidad. Somos muchos. En las buenas y en las malas.

Me rebelé a la pereza, a la torpeza, al no saber. Le plantee un desafío caradura y atrevido al fútbol. Yo, sin saber, estaba dentro, recibiendo una amarilla por un foul ante la mirada desafiante de un árbitro. Allí la gran victoria del asunto, el juez, me dio la identidad de jugador al sancionarme. Hizo visible mi intensión en el mundo, ser parte de un equipo que en las buenas y en las malas, entraba y salía en busca de objetivo común aunque algún lugar de mi deseaba solo volver con los botines sucios a casa.
Dos campeonatos ganados, nuevos jugadores, otros que se iban. Peleas, afectos, papelones  vestidos de derrotas y victorias arrebatadas con suerte. Al final el mismo sabor, los muchachos alrededor de la mesa compartiendo uno de los mandamientos más obedecidos a Dios, el tercer tiempo. Y si, ahí todo se explica más fácil. Los amigos en la cancha hacen que la vida sea entendida con mayor sencillez.
Este año perdimos la semifinal por penales. Con dos menos en la cancha logramos pelear y quedarnos con el tercer puesto. En fin, algo previsto en los planes de cualquier jugador veterano, terminar entero un año de permanente riesgo físico. Rodillas flojas, dietas pedorras, un gol hecho por el más tronco que demuestra la generosidad de un deporte hermoso. Y los botines ahí en el bolso llegando a casa.
Antes de su condena señor juez quiero decir que este texto tiene el sentido de una crónica gambeta, señor juez.  Cinco párrafos usé para contar que los chicos (hoy ya no tan chicos) tienen más botines, más destrezas, más lealtad y pasión que el choto de su padre para entrar a una cancha.

Tomi tiene 16. Y con el plantel M-16 de Rugby de Ger logró festejar el campeonato de URR jugando con garra y lealtad. Un desafío personal a su propia anatomía. Mirandose duro en medio de rituales bravos. Lucas, el de 14 ayer festejó con la novena canalla el campeonato de la rosarina. También hostil camino, sometidos a los duros vaivenes de una competencia aguerrida y extremadamente adulta.
Campeones los pibes. Con sus propios botines. Zapatos que ahora miro yo.


Esfuerzo, solidaridad, voluntad, dedicación, disciplina y sobre todo amor. Valores que dentro de la cancha resultarán una metáfora imprescindible para lo que se les viene.
Asi empezó todo. Botines en casa. "No harán lo que les pedís, sino lo que vos haces", aconsejo mi viejo alguna vez entre ginebras que solo él bebía. 
En casa hay un piano, dos guitarras, un violin y hasta una trompeta. Una biblioteca inmensa y hermosa. Videos con películas, un estudio de grabación de radio, música en todos sus formatos, una muy personal colección de vinilos. Pero con ellos, con 3 y 5 años, metiendo el hocico en el mundo de las curiosidades fui a buscar un par de botines. Para ver que salía.  Y esa cosa que ahora veo me prendió fuego el corazón. 



lunes, 16 de junio de 2014

Y el barrilete va

Ahi estamos
Ellos y yo intentándolo
Pequeños hambrientos en subir al cielo
De ir volando y ver que el mundo no es tan pequeño como los adultos decimos
Ella apreta el rec y graba
Mucho de lo que soy se ve en estos tres minutos.
Solo eso.
El tipo que los ayuda a volar
Como alguna vez lo hizo él


Mar de las pampas


Tengo un plan, dijiste
Para salvar esa muela.
Profecía universal.
Nunca nadie había dicho algo tan tierno.
Tus metales entre dientes.
Tu mano ocultando compromisos
tras ese guante de látex.
Con tanta luz encandilado
Imposible no enamorarse
Estaba en el mismísimo cielo.
Cuando el ángel de la guarda se presentó ante mi.
Dispuesto a pelear con esa cosa infectada.
Hasta el nervio no paro, elucubraste.
Y lo salvaste.
Claro que lo salvaste.
Todo lo salvaste.
(invierno 2007)

Con luna llena se duerme menos

Hora de aullar: Cinco am de un lunes congelado
Maldito despetador teléfonico.
El hombre lobo ronca con lobitos.
Y la Loba espera.
Generosa y tierna.
Con colmillos que apuntan al cielo más feliz
Soñando un sueño de susurros.

Y dicen quiero





El sonido de tu espalda



Cuando tu espalda suena
Tambien suena la música que te arranca el suspiro
Acomodar esas vértebras al bailoteo del dia.
Y asi vas.
Entregando lo que tienes al que te tiene
Manos grandes dibujas, Carmen
Para agarrarte mejor?
Un pulso medido con la sed y la lengua
Manos grandes pidiendo que lo sostengan todo 
Y que no suelten nunca jamás



lunes, 2 de julio de 2012

Hola ¿está Perón?

Frío frío.
Afuera no hay excusas.
Para que te quedás allá??
Hola ¿está Perón?
Ah, no.
Entonces?
¿Quien paga la plusvalía?
Mejor me quedo piola.
Piolita se fue.
Los otros se desvistieron de a poco.
En pelotas y en la calle.
La vida por el General.



jueves, 27 de octubre de 2011

Caballos salvajes y un puntero desbocado

Perotti es capaz de organizar marchas, llenar de basura la calle, putearte, escupirte o mandar a uno de sus muchachos a que te “acorralen a trompadas” como correctivo disciplinario. Cobra honorarios por sus acciones políticas, transa con la policía y arregla límites con los narcos. Un patriota que alquila sus servicios a quien guste pagar. Mercenario de la villa.
El Gitano Perotti es el personaje que el actor Julio Chávez muestra en la teleserie El Puntero que produce Suar para Canal 13. Un reflejo del submundo clientelar político. “Deberé hablar con el productor. Mucho no me gusta que ese personaje tenga mi mismo”, dijo esta semana el candidato a diputado nacional más votado de la provincia, Omar Perotti. “A pesar de la gran actuación de Julio Chávez, es un personaje despreciable”, insistió.
La coincidencia es cruel. Que un bastardo inescrupuloso lleve tu mismo nombre no es muy cómodo. Y eso lo vive Perotti, el nuestro, el santafesino.
Límites entre la realidad y la ficción. Esta semana dos familias enredadas entre las redes de la miseria y el clientelismo hicieron público su malestar. Pidieron asistencia del estado. Deudas pendientes después de tanta promesa electoral. Planes de trabajo para 120 personas, contención económica, en fin, que el Estado se haga cargo. “En mi barrio no dejamos entrar a Miguel del Sel, trabajamos para Binner, apoyamos siempre al socialismo”, había dicho Claudia Baes según publicó el martes el diario La Capital. Hace dos semanas Oroño y 27 es el hábitat de las familias que trabajan con basura, carros, caballos y mucha rabia. “Yo no dije eso, estoy fuera de la política, no soy puntera”, corrigió Baes a este cronista.
“Quieren plata”, dicen las autoridades mientras alientan un auxilio jurídico que cargue con el desalojo. S.O.S. Bomberos que apaguen uno de los incendios de la ciudad. Quién lleva los palos y quién tira el agua.
A Carlos Mieres quienes lo conocen le dicen Manco. Fue piruja a caballo, ahora aduce lesión física y se moviliza en auto. Se asume como la voz cantante del reclamo de quienes trabajan recolectando residuos en carros traccionados por caballos. Tiene además un prontuario afín. Una larga lista de causas por amenazas coactivas y simples contra personal municipal y proteccionistas de animales en su derrotero como carrero y proveedor de logística a recolectores informales. Dicen los vecinos que organiza cinchadas de caballos en Villa Itati, maltrata y comercia animales en cómodas cuotas. Venta y alquiler. Lo que el ciruja necesite.
“Así como llego y en dos segundos la gente se enloquece y te prenden fuego la municipalidad, si arreglás conmigo sos el rey de este barrio. La gente te va a amar”, promete el Gitano Perotti al intendente Iniguez (que interpreta el actor Carlos Moreno).
Los piquetes surgieron en el norte argentino cuando desocupados cortaban rutas porque en su condición de desempleados no podían hacer paro. Era su modo de expresión. Hoy la herramienta pasó por el lomo de todo aquel que alce la voz contra el Estado. Desde la 125 y los piquetes de la abundancia hasta el despido de un docente en el Colegio El Huerto.
Anclados en el Parque Independencia, parte de la mano de obra usada en elecciones reclama el pago de alguna factura traspapelada “el día después”. Dos familias unidas, recitan el Martín Fierro, eluden la ley, vampirizan a los cirujas y piden flashes que hagan visible el reclamo.
“Si no vienen los medios esto no sirve”, susurran en la esquina. “Hasta que ni lleguen las cámaras nadie enciende una goma”.